Sobre la «careza»

Más vale lo poco bueno que lo mucho malo.

Yo leo esta frase y pienso: Obvio, por supuesto y absolutamente de acuerdo. Pero entonces, ¿cómo puede ser qué mis armarios y mi vida estén repletos de montones (y montones) de productos mierderos?

Pues sinceramente y como bien habréis adivinado, amigos y amigas consumierdores, porque eran más baratos que los buenos y eso significaba que por el precio de uno bueno me compraba tres malos. Mi ansia consumista ganó a la voz de la razón.

Y es que formo parte de una sociedad en la que la acumulación es un fin en la vida y tener muchas cosas mierdosas es la versión del consumismo que podemos permitirnos los que pertenecemos al 99% de la población que no es rica pero ha sido lobotomizada para consumir igual que el 1% que sí lo es.

Esta modalidad de consumismo «low cost» ha sido la que ha multiplicado el fenómeno de la producción en masa y en cadena, y este tipo de producción, sumado al desatino general, es el que nos ha traído un problema que, por sutil, suele pasar desapercibido; todo lo que se produce fuera de las grandes cadenas (y que por lo tanto no puede tener unos precios igual de bajos) nos parece caro.

No nos paramos a pensar si su precio es normal y razonable dado el método de producción, los materiales con lo que se ha hecho y otros valores añadidos, vemos la etiqueta y automáticamente nos ponemos en modo «alerta, careza». Ergo no lo compramos. Ergo chao pequeño comercio, artesanos y profesionales de los distintos oficios.

Cuando la madre y yo éramos pequeñas la ropa aún se compraba en boutiques, pero a nosotras, como a todos los niños de nuestra calle, los modelitos de los domingos y otras ocasiones nos los hacía una vecina que era modista. Los precios de la ropa de las boutiques escapaban a la mayoría de bolsillos de nuestro barrio obrero así que la abuela buscaba una tela aparente en una tienda de retales, se la llevaba a la vecina modista (conocida por todos los niños como La Madre de Montse) y ella nos hacía un vestido a la moda del último Hola y a la medida exacta de nuestros próximos 5 años de vida (porque se aseguraba de dejar suficiente tela escondida entre las costuras para que los modelitos fueran «adaptativos»).

No recuerdo el precio de ninguno de aquellos vestidos pero sí recuerdo que cada uno de ellos suponía varias visitas a la casa/taller de La Madre de Montse para medirnos, para probarnos, para que la abuela eligiera las puntillas, los botones y el color y grosor de los lazos, y varios caramelos de premio por no movernos mientras nos medía o por no llorar si accidentalmente nos pinchaba con algún alfiler. En resumen, hacer cada uno de los vestidos que luego lucíamos en las ocasiones le llevaba muchas horas a la señora La Madre de Montse; y eso, junto a los materiales, era lo que se pagaba por los vestidos; las horas y horas de mediciones, pruebas y costura de aquella buena mujer que aún así vendía vestidos más baratos que en las tiendas.

Ahora, para competir con los precios de una gran cadena, La Madre de Montse tendría que pagar parte de los materiales además de no cobrar por su trabajo, porque comprar un retal de tela (de calidad normalucha) cuesta más dinero que un vestido ya confeccionado por una gran cadena. El verano pasado compré un vestido al que se le rompió la cremallera el día que lo estrenaba, porque le pusieran una nueva pagué más de lo que había pagado por el vestido. ¡La cremallera sola en la mercería ya costaba más euros que el vestido! En resumen, por el precio de un vestido de una Madre de Montse ahora me puedo comprar tres.

¿Y qué si medio mundo lleva el mismo vestido que yo? eso es ir a la moda. ¿Y qué si solo los puedo usar tres o cuatro veces antes de tener que dejarlos para trapos? total, para lo que me han costado… Los vestidos de La Madre de Montse en cambio duraban más que un año sin pan así que se usaban por generaciones y generaciones. Era tal la resistencia de la ropa aquella, que la madre, coqueta de nacimiento y situada para su desgracia en uno de los eslabones más bajos de la cadena hereditaria, solía acabar sus cartas a Sus Majestades de Oriente con la siguiente plegaria » y traedme ropa con etiqueta».

Modelajes made by La Madre de MontseLos vestidos de La Madre de Montse

La Madre de Montse nunca parecía parar de coser y a pesar de ello nunca se hizo rica o pasó a formar parte de aquella elite del barrio de los que se decía «marchan bien». Si el propietario de una cadena de tiendas que distribuyen prendas a 9,95€, 19,95€ o 29,95€ consigue hacerse multimillonario a pesar de mantener tiendas en algunos de los edificios y zonas más emblemáticos del mundo. ¡¿Qué margen de beneficio le está aplicando a las prendas?! ¡¿Qué sueldos les está pagando a sus trabajadores?!

Pero han conseguido que olvidemos que el valor de algo no es lo mismo que su precio, que más vale poco y bueno que mucho y malo, y sobre todo, que no necesitamos tanto.

Por suerte para todos cada vez se oye con más fuerza y frecuencia el término consumo ético y gracias a ello cada vez más personas consiguen desactivar la alerta de la careza y salir de la espiral de compras automáticas en que en mayor o menor medida andamos todos metidos, ayudando a propiciar un tipo de economía más responsable y que permitirá que poquito a poco hombres y mujeres como La Madre de Montse dejen de estar en peligro de extinción y vuelvan a repoblar nuestras vidas y nuestros barrios.

Nuestro modelo de economía, basado en el consumo indiscriminado, no es mantenible ni ecológica ni socialmente debido a lo injusto de las estructuras que genera; adquirir un pensamiento crítico en nuestros hábitos de consumo es nuestra herramienta para señalarle al sistema cuáles son los métodos productivos que aprobamos y cuáles los que no. Es nuestro granito de arena para cambiar el mundo actual por uno mejor.

Como consumidores tenemos que ser conscientes de que nuestro poder para cambiar o mantener las estructuras actuales es mucho mayor de lo que pensamos, es enorme, y como seres humanos deberíamos hacernos responsables de ejercer ese poder de la forma más ética posible.

Continuará…

«Sabemos el precio de todo pero no conocemos el valor de nada»

7 comentarios en “Sobre la «careza»

  1. adriana dijo:

    Muy buena reflexión. Confecciono zapatos de forma artesanal, me cuesta competir con los grandes productores, de todas formas me alcanza para seguir viviendo, soy una persona sencilla que disfruta mucho su trabajo. Sé que hay cada vez más gente que sçreflexiona de la misma forma que vos, yo soy una de ellas y debe haber muchas más. El cambio se está sintiendo, espero que algún día todos seamos conscientes de esto. Saludos, desde Buenos Aires, Argentina.

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    • Proyecto Alegría dijo:

      Muchas gracias Adriana, por leernos y por el desinterés que has demostrado al comentar y no añadir ni siquiera el nombre de tu negocio. Nos hemos dado una vuelta por Atilin Zapatos, y !son una preciosidad¡. Esperamos que sigas pudiendo vivir haciendo lo que te gusta por mucho tiempo y que cada vez te resulte un poquito menos difícil. ¡Un abrazo!

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  2. David Buenavida dijo:

    Enhorabuena por la reflexión! Eso mismo estamos defendiendo nosotros hace tiempo, como también lo hace desde hace más Slow Fashion Spain, que digamos es la plataforma que promueve en España estos valores aplicados a la moda. Por nuestra parte te presentamos nuestra tienda online de ropa ética, sostenible,slow y ecológica para bebés y niños, biobuu, dónde apoyamos esta misma filosofía y intentamos cambiar los valores de consumo de padres y madres. Muy buen artículo, lo comparto en Facebook.

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  3. Antonio Huerta Alarcón dijo:

    Progreso no es tener más posibilidades de comprar más cosas. Progreso es tener más posibilidades de hacer más cosas (curar enfermedades, escalar montañas, rodar una película, etc.). A veces hay que comprar herramientas para hacer esas cosas, y entonces el dinero se convierte en herramienta también. Pero tener dinero o comprar no debe ser un fin en sí mismo, si o un medio.

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