¡ME LO PIDO!

Para el verde, colorao.

 

Todos los Diciembres sucedía igual; cuando llegaba la hora en que la energía ya no daba para más, seis niñas nos sentábamos en el suelo delante de la tele de la abuela dispuestas a no parpadear hasta que nos mandaran a la cama. Por cada anuncio de juguetes, y en Diciembre son muchos los anuncios de juguetes, se lanzaban seis ¡¡¡¡ME LO PIDO!!!! frenéticos y desgañitados. Sólo podía haber una ganadora. Y es que vivíamos con la convicción de que había un único juguete de cada tipo (el que salía en el anuncio, por supuesto) y por lo tanto sus Altezas de Oriente solo podían traérselo a aquella que se lo hubiera pedido primero.

Tal vez el hecho de que sus majestades nos trajeran todos los años media docena de bragas de ganchillo a cada una (muy parecidas a las que nos hacía la abuela el resto del año porque aunque estas tenían lazos, se clavaban igual, igual, que las otras), una caja de pinturas que ninguna recordaba haberse pedido y poco más, debiera habernos hecho desistir el Diciembre siguiente, pero nosotras, niñas de costumbres arraigadas, no perdíamos la fe en que Los Reyes, que veían todas y cada una de las veces que nos portábamos mal, algún año oirían también los gritos, se fijarían un poquito y le traerían a cada una los juguetes que se había ganado con el escozor de su laringe y la rapidez de sus reflejos.

No sé cómo ni por qué llegamos de niñas a la convicción de que cada juguete era único y tampoco sé de dónde han sacado ciertos adultos la conclusión de que si alguien consigue algo será a costa de quitarles la posibilidad de tenerlo a ellos.

Hay compañeros de trabajo a los que se deja de hablar porque, a ellos sí, les han subido el sueldo este año. ¡Ladrones! ¡Y que no me vengan con que la culpa es del jefe! Los pobres jefes, igual que los Reyes Magos, bastante tienen con vigilar a los que se portan mal como para estar atentos de los méritos de todos los mindundis.

O esas sinvergüenzas con no sé cuántos ligues al retortero; las cifras exactas no las tengo, pero por muy igualado que esté el ratio hombres/mujeres, a nada que haya media docena de pájaras por ahí (y sé de buena tinta que las hay a bandadas) las cuentas dejan de salir. ¡¿Así, cómo no me voy a quedar yo para vestir santos, yo que una vez estuve a punto de ser finalista en el concurso de misses de mi barrio?!

¿Y esos que venían de fuera a quitarnos los trabajos (cuando los había)? que no es que ninguno quisiéramos limpiar casas, atender abuelos, o trabajar en el Mc Donald’s, pero, ¿y si hubiéramos querido? ¿entonces qué? ¡¿eh?!

El absurdo de este tipo de razonamiento llega a su paroxismo cuando lo “robado” es algo incontable, algo tan intangible como, pongamos por caso, la felicidad. Prueba a contar por ahí que has decidido perseguir, por ejemplo, la alegría, y prepárate para ver desatarse el pánico más furibundo. Porque la gente te quiere y se preocupa por ti.

Y el caso es que esa preocupación (si tú no supieras que te quieren tanto) dirías que se parece mucho a la ira de los agredidos.

¿¡Qué va a ser de ti?! (¡¿y qué será de mi si lo consigues!?), ¿¡qué tiene de malo tú vida?! (¡¿que tanto se parece a la mía!?)

¡Reflexiona!, por tu bien te lo pido, ¡piensa un pocoooo!

Pero tú hace tiempo que tienes la manía de pensar, y es una manía que con el tiempo se agudiza, así que descubriste hace años que los juguetes se fabricaban en serie, que Los Reyes eran los padres, que las bragas, a pesar de los lazos, las hacía efectivamente tu abuela, que la alegría cuanto más se usa más se tiene, que el primer requisito para ser feliz es desear la felicidad propia más que la infelicidad ajena, y que nadie, nadie, ha podido nunca robarle a otro lo que ese otro no tenía.

Hay quien piensa que si su vecino se rompiera una pierna, conseguiría que su propio paso se volviese más ágil. Y hay quien simplemente no piensa.

envidia 1

“You have brains in your head. You have feet in your shoes. You can steer yourself any direction you choose. You’re on your own. And you know what you know. And YOU are the one who’ll decide where to go” Dr. Seuss